Lejos del bosque by Chris Offutt

Lejos del bosque by Chris Offutt

autor:Chris Offutt [Offutt, Chris]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1999-03-08T00:00:00+00:00


CÁRABO NORTEAMERICANO

Hace siete años me divorcié y me largué de Kentucky, rumbo al oeste. Me llevó un día llegar al río Mississippi y me dejó pasmado lo grande que era. Me quedé contemplando el agua hasta que se puso el sol. No parecía un río, daba más bien la impresión de ser un gigantesco músculo pardo. A los dos días se me partió una biela del motor y me instalé en Greeley, Colorado. Nadie de mi familia ha vivido tan lejos de nuestra montaña natal.

Conseguí un empleo de pintor de brocha gorda para las residencias de estudiantes de la universidad local. El sueldo no era para tirar cohetes, pero podía ir a currar de resaca y nadie me tocaba las narices. Me gustaba la tranquilidad de trabajar solo. Entraba en una habitación y la pintaba de otro color. Las paredes y el techo seguían siendo los mismos, pero al final era un sitio nuevo. Lo único que permanecía inalterable eran las vistas desde las ventanas. Procuraba no asomarme.

Cada día, después del curro, me pasaba por el Pig’s Eye, un bar con cerveza de barril barata, mesa de billar y gramola. La clase de sitio donde uno podía emborracharse sin peligro, porque la policía se dedicaba a acechar los bares de estudiantes del centro. El más capullo del garito era el barman. Le encantaba echar a la gente a patadas. En el Pig podías fumar porros, apostar y pelearte, pero si bebías más de la cuenta se te vetaba la entrada. Eso siempre me resultó de lo más chocante, lo más parecido a echar a un paciente del hospital por estar enfermo.

Dado que mi vida social se limitaba a las noches en el Pig, me quedé de piedra cuando un sábado por la tarde se me presentó un tipo en la puerta de casa. Que se tratara de Tarvis me sorprendió aún más. Es de la zona este de Kentucky y la gente solía hablar de él, pero todavía no habíamos llegado a cruzarnos. Llevaba el pelo corto y la barba larga. Lo invité a pasar.

—Gracias, no —dijo.

Entendí que se había dado cuenta de que solo estaba siendo correcto y que no entraría en mi casa hasta que la bienvenida fuese sincera. Salí dejando la puerta abierta a propósito. Lo que sucedió a continuación fue uno de esos rituales de los que yo ya prácticamente me había olvidado pero que, una vez iniciados, te hacen sentir como si hubieses vuelto a casa con una antigua novia a la que te acabas de encontrar en un bar.

Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos.

Tarvis asintió levemente.

Yo asentí levemente.

Abrió una bolsita de tabaco de mascar Redman y me ofreció.

Yo lo rechacé e inicié el lento proceso de encenderme un pitillo mientras él sacaba de la bolsa un pellizco de tabaco.

Tiré la cerilla y contemplamos su aterrizaje.

Comenzó a mascar, soltó un escupitajo y contemplamos su impacto en la hierba. Teníamos las manos libres. Habíamos bajado la guardia lo suficiente para poder mirar otra cosa que no fuésemos nosotros.



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